- por Tina Gardella para el Diario del Juicio
Fotografía Mikaela Domínguez
Este
miércoles comienzan a declarar los testigos en el Juicio de Villa Urquiza. Son
esos testimonios que exceden su carácter de prueba jurídica, importante por
cierto, pero cuyo carácter no alcanza para entender la magnitud de lo que
moviliza a quienes dicen lo que dicen y a quienes escuchan lo que escuchan.
¿Y
qué se escucha en los testimonios? ¿Datos quizás? ¿Fechas tal vez? ¿O nombres,
hechos y circunstancias?
El testimonio construye memoria. Al producir sentidos que multiplican
perspectivas, excede claramente una mera función descriptiva, informativa,
recordativa. El testimonio construye una memoria que es eminentemente
colectiva.
El testimonio construye identidad. Como múltiples dimensiones de su
complejidad, la identidad es una construcción social y subjetiva que refiere no
sólo a lo individual, sino fundamentalmente a la implicancia colectiva en
cuanto se nutre de los lazos que unen un pasado común con un proyecto común a
futuro.
Pero fundamentalmente y mucho más en este
Juicio donde la mayoría de los testigos son ex presos políticos, el testimonio
convierte la situación de víctima en un
acto de reflexión; suma al testimonio en sí, el acto emancipatorio de convertir
el padecimiento en texto reflexivo.
El
relato testimonial no se enfrenta así con lo acontecido en un tiempo pasado,
sino con la pregunta del presente ¿cómo fue esto posible? Algo que era
inimaginable, imposible de creer, sucedió.
Tal el
valor del testimonio; valor desde lo jurídico, desde lo histórico, desde
lo político; el valor de ese decir de hombres y mujeres que, cargando su
historia y la de quienes no están, dan cuenta de lo sucedido, en palabra y
acto.
Los testigos hablarán, narrarán y relatarán…
¿desde dónde los escucharemos los que, como actores todos de esa escena del juicio, lo
configuramos en las audiencias y más allá de ellas?
Porque la escucha que se construye, una
escucha atenta, sensible e inteligente, no es la escucha individual/subjetiva
que crea cerco de sentido.
Es
una escucha que se la construye como la capacidad social de escuchar y dar
sentido político al testimonio de las víctimas y sus familias, amigos y
compañeros. Es una escucha social, una escucha atenta no sólo a preservar sino
a construir procesos de escucha.
Desde esa escucha, el
Juicio opera como el dispositivo esperanzador para la reparación en la
restitución de subjetividades e identidades borradas violentamente; no
solamente para la compilación de pruebas camino a un veredicto.
De ahí la importancia como deber del
testimonio, de todos; pero también el deber de crear las condiciones
necesarias, no sólo jurídicas sino fundamentalmente políticas, para que ese
testimonio se realice.
Y esos testimonios se erigen en potenciales
instauradores de prácticas capaces de restaurar ese lazo social que espera, con
los Juicios y a través de ellos, reencontrarse con lo mejor de las luchas y las
conquistas de las que, como en este Juicio, los propios testimoniantes han sido
activos constructores.
Por eso, a quienes
testimonian… muchas gracias.
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